20 de abril de 2011

Relato: "El Trato" de Miguel Callejón Berenguer

EL TRATO
MIGUEL CALLEJÓN BERENGUER


Una amplia región del mundo que había al otro lado del espejo estaba ocupada por una estirpe de monstruos reptantes de cuerpo gelatinoso. Habitaban raras ciudades, ya que un extraño ciclo evolutivo los había dotado de inteligencia. Desde tiempos inmemoriales combatían contra los monstruos del subsuelo, que habían bajado de las nubes. No obstante, desde que surgió el problema que ahora los tenía ocupados, que era mucho más acuciante que la batalla, los dos bandos habían acordado una tregua, ya que concernía a ambos: hacía cinco millones de ciclos el Sol se había puesto, y desde entonces se había negado a salir otra vez. Los reptiles gelatinosos temían la extinción de su especie ya que, aunque eran muy longevos, podían morir si cada determinado espacio de tiempo no devoraban una porción de Sol. De hecho, varios reptiles habían experimentado ya la terrible Mutación, que para ellos significaba la muerte: su cuerpo comenzaba a resplandecer, transformándose en una esfera de luz errante sin conciencia de sí misma.
Cuando la desesperación les ganó, recurrieron al último recurso que les quedaba: invocar a la Reina.
La Reina era un ser todopoderoso que provenía del Otro Lado y que había llegado de una extraña manera. Era un ser cruel, y se decía que sólo podría dominarla aquel que conociese su auténtico nombre. Ellos no lo conocían, y temían la repercusión que pudiese tener dicha invocación.
La invocación fue un proceso largo. No obstante, a su término apareció la Reina del Espejo en todo su esplendor.
-¿Por qué me habéis llamado? -preguntó, con su atronadora voz.
-Señora -dijo una de las bestias gelatinosas-, necesitamos el Sol, pero se niega a salir. Necesitamos -su voz temblaba- que Su Majestad lo traiga.
Sorprendentemente, la Reina condescendió en traerlo, pero con una condición: uno de ellos debería salir al Exterior y traer un alma humana. Una vez lo hubieran hecho, ella cumpliría su parte del trato.
Los reptiles estuvieron de acuerdo; para traer un alma sólo deberían matar a su poseedor.
La Reina, con su poder, abrió una Puerta de Cristal, que comunicaba con el Otro Lado.
-Elegid a uno de vosotros -ordenó la Reina.
Aquello no hizo falta: una de las bestias se ofreció voluntaria. Coreado por los rugidos de sus congéneres y por los lamentos guturales -únicos sonidos que sabían hacer- de los monstruos del subsuelo (cuyas características les impedían cruzar dicha Puerta), la bestia salió al Exterior.
Justo antes de que la Puerta se cerrara, pudieron ver cómo la apariencia gelatinosa del reptil desaparecía: se había transformado en piedra.
La Reina rió cruelmente.
-Cuando llegue el momento, podrá moverse. -Yse esfumó con un destello.
Alrededor de la bestia petrificada crecía una jungla exuberante que con el paso del tiempo lo cubrió de hojas y ramas pútridas. Muchos ciclos después, una expedición de seres de aquel mundo -que, irónicamente, estaban buscando nuevas especies animales- tropezó literalmente con él.
El monstruo tuvo consciencia de ser alzado en vilo -de alguna manera desconocida para él- y sacado del lugar donde había estado esperando tanto tiempo.


MIGUEL CALLEJÓN BERENGUER

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